La Casa-Palacio de los condes de la Oliva, conocido como el Palacio de la Zapatera, se enclava a las afueras de la localidad, en la carretera de Oliva a Villagonzalo (EX336, km 7), sobre un atractivo paraje conocido como La Zapatera, aproximadamente a unos 3 km. de la población y cuya arquitectura de reminiscencias medievalistas se asemeja a la no lejana de Las Poyatas (en el término de Palomas).
Se supone que fue construido por los condes de Torres-Cabrera a finales del siglo XIX o principios del s. XX.
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La misma familia que la mandó construir, poseyó también una enorme casa dentro del núcleo urbano, de amplias dimensiones, dos plantas y escudo en uno de los laterales sobre el que se remata con una espadaña de corte clasicista. Su estado de conservación es algo lamentable.
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La entrada principal al Palacio se realiza a través de una gran portada, una mezcla de torreones y arco de triunfo, con tres accesos. Está formada por dos grandes cuerpos laterales donde se sitúan dos de las puertas, con arcos escarzanos, rematados por un cuerpo superior al que se puede subir desde la parte trasera, almenado y decorado con sendos escudos de propiedad en las esquinas interiores. El centro queda abierto arquitectónicamente aunque se cierra, al igual que sus semejantes, con sencillas verjas de forja.
El estilo de carácter casi defensivo continúa en todo el perímetro de la finca ya que la recorre un alto muro almenado, como si fuese una muralla, y que se va decorando principalmente en sus esquinas con los mismos escudos de la familia que lo mandó construir.
En uno de los rincones del amplio terreno amurallado localizamos una zona, próxima a la carretera, que posee una riqueza estética interesante. Se trata, entre otros espacios, de unas torres almenadas que recuerdan a algunas almohades extremeñas y cuyas ventanas, con arcos de medio punto están anuladas y que posiblemente fuera un palomar.
Cerca, el acceso a los corrales y espacios para el albergue de ganado también queda decorado con puertas de carácter fuerte y con los mismos escudos.
El núcleo principal se organiza siguiendo una planta cercana al cuadrado donde se sitúa la vivienda y, en su parte trasera, la capilla y otras dependencias secundarias.
Su fachada más destacada queda configurada mediante un torreón central con garitas en lo alto de sus esquinas y almenado al igual que todo el alero restante. El repertorio de vanos es bastante extenso encontrándonos arcos geminados de medio punto, de herradura, deprimidos rectilíneos u ojivales. Todos ellos, recordando la época medieval, se contrastan en la parte superior del torreón con uno adintelado que se decora con un frontón triangular y pilastras adosadas al modo clásico así como ventanas de medio punto potenciando esta forma con otra moldura doble idéntica sobre su trasdós.
La cornisa, por su parte, sobresale en todo el edificio y es sujetada decorativamente por ménsulas que recuerdan los modillones de estilo islámicos. La rejería es de muy buena calidad, con repertorio vegetal y geométrico, donde aparecen escudos con las armas de los apellidos Torres Cabrera.
Estos elementos heráldicos pueden verse igualmente, además de todos los lugares ya señalados, en las grandes almenas de las esquinas de la fachada principal, situándose en una de ellas una veleta decorada con los puntos cardinales y en la que puede leerse la fecha 1908.
A pesar de que se señala como vemos una cronología de comienzos del Siglo XX, ya en 1893 en el Registro Fiscal de Edificios y Solares de Oliva de Mérida existió un «Cortijo de las Zapateras» y otro «Cortijo del Cercón Las Zapateras», ambos propiedad de D. Miguel Torres Cabrera, vecino de dicha villa, con una renta anual de 16 pesetas cada uno. Al mismo señor le pertenecieron también el Cortijo de Aguas del Rey y la mitad de la Casa de Vista Alegre que compartía con D.ª Amalia Golfín Villalobos.
Siguiendo con la descripción del inmueble, diremos que la capilla se ubica en la parte trasera del conjunto, accediéndose desde el exterior gracias a un pequeño vano con arco de medio punto, existiendo otra entrada privada desde el interior. Su aspecto externo es bastante sobrio ya que no se decoran prácticamente sus fachadas.
En este sentido sólo destaca una sencilla ventana ojival en su plana cabecera y otra de medio punto dispuesta para dar luz al interior desde su fachada lateral, ambas cubiertas con vidrieras de colores donde se representan distintos santos. Lo más curioso es la existencia de un arco ojival en la esquina a modo de hornacina que puede verse desde las dos fachadas exteriores donde probablemente existió alguna imagen religiosa. Por último, decir que se cubre a dos aguas y la cabecera está rematada, al igual que el resto del palacete, por almenas, aunque son éstas más toscas, y una cruz sobre el Sagrado Corazón que sirve igualmente de veleta en esta parte dedicada al culto.
Queda todo el conjunto dentro de un espacio natural, que busca un lugar idílico, detrás del que tuvo que estar una importante labor de jardinería. Diferentes especies de árboles, arbustos, flores y demás juegan entre sí formando espacios para el descanso y recreo de sus dueños e invitados. y a ello le acompañan bancos decorados artísticamente con conchas y pequeñas piedras incrustadas, así como un lago de forma irregular, que se extiende hacia la parte trasera de la vivienda buscando su lugar entre las plantas que lo rodean. Fue diseñado artificialmente y para ello se dispuso de una interesante red de canalización tanto a nivel del suelo como elevada, mediante un sistema de arquerías a modo de acueducto.
Terminaremos diciendo que su conservación no es la que deseáramos para tal inmueble debido a su gran calidad artística e importancia histórica, que hacen de este ejemplo un caso singular en la Baja Extremadura sumándose a otras destacadas construcciones semejantes de carácter urbano e incluso superándolas en su época.
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